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En el vasto y frío paisaje del
Ártico, el deshielo del permafrost está desencadenando una serie de impactos
preocupantes. Más allá de los conocidos riesgos asociados con la liberación de
gases de efecto invernadero como el metano, un peligro menos conocido pero
igualmente amenazante acecha bajo la superficie congelada: el radón.
El radón, un gas incoloro e inodoro, es producto de la desintegración
radiactiva del uranio natural y puede acumularse en espacios interiores, como
las casas, aumentando el riesgo de cáncer de pulmón para quienes están
expuestos a largo plazo. En Estados Unidos, se estima que el radón es
responsable de 21.000 muertes por cáncer de pulmón al año, lo que lo convierte
en la segunda causa principal de esta enfermedad.
-El radón es responsable de 21.000 muertes
por cáncer de pulmón al año en EEUU-
Un reciente artículo publicado en la revista Earth-Science Reviews destaca la
preocupación de los científicos sobre la liberación de radón debido al
destrucción del permafrost en el Ártico. Esta capa de suelo congelado durante
todo el año actúa como una barrera natural que evita que diversos gases se
liberen a la atmósfera. Sin embargo, a medida que el permafrost se derrite, el
radón queda expuesto y puede filtrarse hacia la superficie, aumentando el
riesgo para la salud de las personas que viven en estas regiones.
El impacto potencial de la liberación de radón en el Ártico subraya la urgencia
de monitorear de cerca el destrucción del permafrost y sus consecuencias para
la salud humana. Se requiere una acción proactiva para abordar los riesgos
asociados con la exposición al radón, incluyendo la implementación de medidas
de mitigación y la concienciación pública sobre los peligros de este gas
radiactivo.
-El permafrost almacena el doble del carbono de lo que
hay en
la atmósfera, y se está derritiendo-
A medida que el cambio climático continúa
transformando el Ártico a un ritmo acelerado, es crucial prestar atención a los
impactos menos visibles pero igualmente significativos, como la liberación de
radón. Proteger la salud de las personas que viven en estas regiones
vulnerables debe ser una prioridad a medida que enfrentamos los desafíos del
deshielo del permafrost y sus implicaciones para la salud pública y el medio
ambiente.
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